Segundo de cuatro hermanos, Jacob Gershovitz nació en Brooklyn en 1898, en el seno de una familia de inmigrantes rusos de ascendencia judía. Como parte del proceso de americanización a que se someten prácticamente todos los extranjeros que se asientan en los Estados Unidos, sus padres no tardaron en modificar los nombres de los integrantes de la familia, con lo que el pequeño Jacob se convirtió en “George” y su apellido pasó a ser “Gershwin”.
George Gershwin mostró un interés temprano por la música: a los diez años aprendió por sí mismo a tocar el piano, y a los quince consiguió empleo en una casa editora donde -a pesar de su escasa formación técnica- interpretaba en dicho instrumento las melodías que estaban de moda con el objetivo de que los clientes compraran las partituras. Poco después se animó a componer sus propias canciones y a poner música a diversos espectáculos de Broadway, con lo que consiguió cierta popularidad y un relativo reconocimiento entre el público y la crítica especializada.
Sin embargo, será hasta 1924 cuando la carrera de Gershwin como compositor alcance uno de sus puntos más altos. El 12 de febrero de ese año estrenó en el hoy extinto Aeolian Hall de Nueva York una obra que llegaría a ser una de las piezas más famosas de la historia de la música de concierto, representativa no sólo de Gershwin en particular, sino de la música estadounidense en general: la Rhapsody in Blue.
Gershwin compuso esta pieza a petición del también músico Paul Whiteman (1890-1967), “El rey del jazz”, quien intentaba conseguir que ese género musical fuese valorado como algo más que un simple entretenimiento para la “chusma”. Whiteman pensaba que era necesario llevar el jazz a las salas de concierto para que pudiese ser reconocido como una música digna y valiosa, por lo que –entre otros intentos- organizó un magno evento al que llamó “Un experimento en música moderna”, del que Rhapsody in Blue de Gershwin formaría parte.
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